documentos de pensamiento radical

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viernes, 17 de mayo de 2024

Litoral





La costa que ella observó no existe y un cartel anuncia la última promoción de viviendas entre elevadas torres de cemento.




Los basureros tiran las botellas de náufrago a los contenedores.




Las tortugas que venían a desovar no regresaron y los corales rojos que se unían a las paredes sumergidas de las calas reposan dentro de joyeros de plata.




El río no llega al estuario y se desvía a los invernaderos donde pagan con arroz a los peones.




Las avionetas llenan de anuncios el horizonte y las ánforas griegas sirven de cenicero en las puertas de los bares.



Julio Mas Alcaráz. En: Se agota el tiempo: rebelión poética por el clima. Ed. La Vorágine / Voces del Extremo. 2024

jueves, 16 de mayo de 2024

3 poemas de NO MIRES ATRÁS, ORFEO de JOSÉ SALENTO

 


La caída de Orfeo

Between grief and nothing
I will take grief.
William Faulkner

 

 

Unos ojos ensombrecen la oscuridad,

Se mecen en las tinieblas de la memoria,

Unos ojos insomnes, sempiternos,

Que ya no tienen cuerpo

Ni cuencas donde reposar lo mirado.

Se balancean sin compás alguno,

Como movidos por el viento del tiempo,

Guardan distancia en lo oscuro,

Parecen ciertos y petrificados,

No se inmutan ante la lira de Orfeo,

No responden a la canción ni al poema,

Solo existen y flotan en un vacío,

Cada vez más profundo y recio.

Si alguna vez fueron parte de algo,

Ya no lo son de nada,

Ni de estatua de sal

Ni de alma secuestrada,

Son solo dos ojos que flotan

En la depresión de las sombras.

Su mirada no hace la carne piedra,

Mas lacera como un cristal roto,

Y de la sangre que emanan las heridas

Surge al contacto con la tierra

Flores que huelen a azahar en primavera.

Pero los ojos son impasibles ante la

Decadencia de la égida y el rugir

De un mundo nuevo.

Al otro lado de la mirada

Las ménades se sienten afrentadas,

Con la locura que portan las masas
Ponen fin al hijo de Calíope y de Apolo,

Mientras una voz a lo lejos clama

«No mires atrás, Orfeo».

 

 

 

El hilo dorado

—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—.
El minotauro apenas se defendió.

Jorge Luis Borges

 

 

Tus pies atraviesan los umbrales

Dejando atrás un hilo dorado,

En tu frente dibuja el sudor

Escarchas de agua caliente,

Y la sangre de un minotauro

Empapa tus manos de efebo.

Tienes tan solo veinte años

Pero ya has sido sacrificado,

Al sol le debes tu trabajo,

A la luna el descanso.

Por ello te aferras al hilo,

A la ilusión de una salida

Que te lleve a las noches
De vino y acordes,

Y de jamelgos desbocados.

Morir a los veintisiete no parece,

Así dicho, un mal trato.

Sin embargo, las paredes se hacen

Eternas y cierran las semanas

Y los años, y ahora tienes treinta,

Pero los ignoras para seguir tirando.

Doblas las esquinas gemelas,

Hermanas de todas las anteriores,

Ya nada sabe a nuevo ni encuentras

Placer en ninguno de tus actos.

Los compañeros que iniciaron

Contigo el camino se han perdido

O han desertado, sin dudarlo,

Del sendero del hilo dorado.

Mañana cumples cuarenta,

Estás solo y solo acompañado

Por la certeza de una salida,

Por las sombras y la rutina.

Tu cuerpo ya conoce el dolor

Y las miserias de la existencia,

Tu cabeza es un polvorín

En permanente estado de alerta.

A pesar de que la luz ya no ilumina,

Sigues en pie, agotado pero aún

Convencido, tirando de aquel

Viejo hilo dorado.

 

 

Tedio en la tarde

Unos ojos encendidos alumbran la tarde

Y su rugido es el himno del tedio.

Se emplaza la memoria al sopor del fin del día 

y es calamidad el tiempo perdido.

Tánatos y Eros están de cacería y nadie
En la ciudad quiere batirse en duelo,

Así que endulzo el pensamiento con algún

Motivo estúpido y hago grande mi estulticia.

Qué bueno hubiera sido

Haber nacido holgazán,

Idiota,

Funcionario,

Votante de la derecha,

O simplemente

Alguien con la cabeza sobre el cuello.

Sin embargo,

Llevo en mi cinto una espada de madera

Y tengo los ojos encadenados al cielo.

 

Se desangra la tarde sobre las antenas

De los edificios

Y creo que alguien me reclama a los lejos.




José Salento. No mires atrás, Orfeo. Ed. Averso Poesía, 2024

 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Homenaje a Nadia Anjum





Cambió la aguja por la pluma.
Escribió lienzos de vida
sin dedal, hilvanando el hilo
de sus palabras con sus recuerdos.

*****

Recibió tantos golpes
como versos había publicado.
Los más hermosos, los más necesarios
se los llevó dentro de su cuerpo.

*****

Todas las tardes acudía a la aguja de oro.
Todas las tardes se sentaba a su lado
y todas las tardes escuchaba de sus labios
los versos que le devolvían la vida.

****

Nadie en su familia lloró su muerte.
Todos creyeron la mentira del suicidio.
Todos habían firmado su sentencia
en el momento de aceptar su matrimonio.

*****

¿Cuándo escribías, mi niña?
¿Cuándo no estabas en realidad escribiendo?

******

Te obligaron a llevar la hijab.
Y tú te la quitabas con palabras.
Te obligaron a llevar el burka.
Y tú lo volvías transparente con versos.
Te obligaron a salir con tu marido.
Y tú volabas de su lado con poemas.
Te obligaron a renunciar a la risa.
Y tú llenaste de muecas sus rezos.
Te obligaron a renunciar a escribir.
Y tú renunciaste a seguir viviendo.

******
 
Y los cuadernos te siguen esperando.
Y los libros de la Universidad.
Y los versos que sigues escribiendo.


[19 de agosto]

 

 

 

José Manuel Lucía Mejías. kabul (crónica de un silencio). Ed. Huerga & Fierro, 2023

martes, 14 de mayo de 2024

2 poemas de Kabul (crónica de un silencio) de José Manuel Lucía Mejías

 


[55]


Kabul recupera su horizonte de columnas de humo,
las explosiones y los gritos y las lágrimas.
Y el silencio.
Ya no hay alarmas ni sirenas en Kabul.
Khaled sale al balcón y mira con los ojos de su abuelo,
con los ojos de su madre y de su padre muertos
la nueva ciudad de Kabul.
La nueva ciudad que no deja de ser la de siempre.
La ciudad de las historias que le contaba su abuelo
en las frías tardes de invierno cuando se creía niño.
Los deseos de querer volver a Herat
y abandonar esta geografía nacida de la sangre
y de sangre alimentada a lo largo de los siglos.


Khaled enciende su último cigarrillo,
el último que le queda de la última cajetilla
regalada por unos de los últimos soldados extranjeros.
El cigarro deja escapar una nueva columna de humo
en el horizonte cansado de las casas de Kabul.
Su vida vale tanto como este cigarrillo
que se consume lentamente entre sus dedos.
Su vida puede durar lo mismo que este cigarrillo.
Como su padre, como el recuerdo de su madre
o las historias que sigue contando su abuelo
aunque ya nadie le escuche ni le preste atención.
Historias que han perdido la ilusión del tiempo.
Historias vividas hace más de treinta años.
Historias que se seguirán contando treinta años después. 


[30 de agosto]


[56]


La Universidad de Kabul se fundó en 1931
con el lema
Excelencia al servicio de Afganistán.
Se fundó en los tiempos de la monarquía
y en sus cimientos trabajaron profesores
rusos, alemanes, franceses y americanos.

El pastún convivía con otros alfabetos
y el conocimiento se convertía en una isla
dentro de esa otra isla que siempre ha sido Kabul.

Mientras las mujeres aprendían biología en sus aulas
los campesinos seguían sangrando la tierra
hostil de la montaña arrancando sus escasos frutos.

Mientras las consignas del mayo del 68
se multiplicaban en las pizarras de la Universidad,
las mujeres del campo solo reconocían su tierra
en la cuadriculada rejilla de su mirada,
sin más esperanzas que darle un varón a su marido
y recuperarse lo antes posible de sus palizas,
de la terca obstinación de los llantos infantiles.

Mientras los primeros profesores cubanos
comenzaron a enseñar español en sus aulas,
muchas niñas se sorprendían del tacto de su voz
cuando eran preguntadas en medio de la calle,
voces susurradas y veladas tras los barrotes del burka.

La Universidad de Kabul hoy permanece cerrada.

Mañana abrirá sus puertas, como lo ha hecho
en demasiadas ocasiones en estos últimos años.
No habrá acentos femeninos en las respuestas
ni tampoco burkas recorriendo sus pasillos.

Y varias cajas de libros venidos de Madrid
permanecerán cerradas en un rincón de la clase.
Nadie se molestará en abrirlas ni en tirarlas.
Irán acumulando polvo, enterradas en vida.


[31 de agosto]



José Manuel Lucía Mejías. Kabul (crónica de un silencio). Ed. Huerga & Fierro, 2023

lunes, 13 de mayo de 2024

7 poemas de KABUL (crónica de un silencio) de JOSÉ MANUEL LUCÍA MEJÍAS

 


[21]


Kabul se ha reducido a números.
Un algoritmo más de las estrategias políticas.
16.000 son los repatriados en cuatro días.
400 millones congelados por los alemanes.
12 muertos en el aeropuerto de Kabul.
48 los primeros afganos que llegan a España.
7 los primeros que llegaron a Berlín...

Números. Cifras. Estadísticas que todo lo justifican.

2 billones de dólares invertidos.
2400 muertos extranjeros en veinte años.
4 muertos en las protestas de Asisalad.
9000 millones de reservas en el extranjero.
200 personas protestan ante el Palacio presidencial.

Cifras. Números que nada dicen de las lágrimas de rabia,
de los besos rotos,
de los gritos de odio,
de las redadas,
                puerta a puerta,
buscando a las mujeres de labios pintados,
de tobillos con pulseras y uniformes.
Buscando a los traductores e intérpretes,
a los hombres que no se atreven a vivir sin barba
o a los niños que ayer corrían detrás de los tanques extranjeros.

Kabul se ha reducido a un cuadro estadístico.

[19 de agosto]

 

 

[31]


No se sabe cuáles fueron sus últimas palabras.

Ni se oyeron.
La multitud, como un animal, corría.
Al lado del avión buscando la pista de despegue.
Al lado de los muros del aeropuerto de Kabul.
Al lado de las cunetas de las carreteras.
Al lado de las avenidas desiertas.
Al lado de las oficinas cerradas de las embajadas
y de los camiones abandonados en medio de la calle.
Y después solo silencio.
Y un zapato en medio de la pista.
Y el recuerdo de la sangre en medio de la pista.
Y un grito antes del silencio.
Y un grito antes de saltar a la pista.
Un grito un segundo antes del silencio.
Un silencio acusador.
Como sus últimas palabras. 


[21 de agosto]


 

[33]


Necesito tocarte una vez más.
Acariciarte una vez más.
Volver, una vez más, a sentir cerca de mi cuerpo
el tacto generoso de tu cuerpo.
Sentir, una vez más, entrelazados tus pies
en el horizonte de mis pies.

Vuelves a tu aldea en el valle de Panjshir.
Se lo debes a tu familia y a la historia.

Yo me quedaré en Kabul, una vez más.
Se lo debo a mi madre y a mi familia.
Aceptaré el matrimonio que me han asignado
y celebraré los contratos de mis hermanas.

Al menos un último abrazo.
Al menos un último sentirte dentro de mí,
antes de que del desierto inunde nuestras vidas.

Vuelves a tu tierra porque aún tienes esperanzas.
Porque quieres formar parte de esa esperanza.

Yo me quedo en Kabul derrotado. Una vez más.
Sin fuerzas ni para comenzar a sentir tu ausencia.


[21 de agosto]



[34]


Fue en 1945 y en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
Cientos de mujeres andando con sus mantas,
y sus labios rojos.
Tumbadas en el suelo con tan solo una camisa
y sus labios rojos.
Mirando al horizonte con la mirada perdida
y sus labios rojos.

Al menos las supervivientes del campo de concentración de Bergen-Belsen
pudieron pintarse de rojo los labios
y volver a recuperar su nombre y sus recuerdos.

Al menos ellas dejaron de ser un número y una estadística.

Al menos alguien pensó en ellas.


[21 de agosto]

 


[35]


Ayer vendía chicles por las calles de Kabul

y hoy dirige la primera orquesta femenina.
Es huérfana.
Y lo será toda la vida.
Ayer tenía un futuro y viajaba por todo el mundo
y mañana tendrá un marido contratado.

Aquel 11 de diciembre de 2014 dejó de latir el corazón
en el centro cultural francés en el centro de Kabul.
Este 15 de agosto de 2021 ha vuelto a dejar de latir
el corazón de Kabul, una vez más. Una última vez.

Como el corazón del joven terrorista talibán
que se inmoló en el centro cultural francés
justo en el momento en que los actores controlaban
sus pasos al ritmo lento de la joven orquesta.

Silencio.

Humo.

Silencio. Y los gritos.


Los gritos de dolor de millones de corazones

en silencio.


Los instrumentos permanecen escondidos
en los rincones de sus casas, tiritando en silencio.
Las cuerdas que admiraron a medio mundo
van llenándose de polvo y de silencio.
Aquellas manos que se alejaron de la tierra
y de las costumbres de toda una vida
hoy permanecen sobre las mesas en silencio.

Un país condenado al silencio.
El paraíso de los talibanes.


[22 de agosto]


 

 

[36]


"Estamos en el avión".


Después de miles de kilómetros
desde su Herat familiar, están a punto
de recorrer otros miles de kilómetros.

Pero nada será igual a partir de ahora.

Herat cayó un día antes que Kabul.
Nadie aquel 14 de agosto podía imaginar
lo rápido que el polvo de los talibanes
iba a recorrer todas las carreteras de Afganistán,
todas las carreteras que van a dar a Kabul.

Sus padres y sus hermanos nunca lo pensaron.
Sus padres y sus hermanos nunca se lo pensaron:
Eran la familia del intérprete español,
el que había ayudado al ejército a desplegarse
por su tierra, a intentar comprender sus costumbres,
la feroz mirada del enemigo y la tímida sonrisa
de las mujeres con las que se cruzaban por las calles.

Tardaron 18 horas en llegar a Kabul.
Recorrieron  los mil kilómetros de distancia
viendo cómo la sombra de los fusiles de los talibanes
se dibujaban amenazantes en las carreteras.
Y llegaron a un Kabul convertido en un desierto,
en la extensión inevitable de las leyes del desierto.

"Estamos ya en el avión".


Hasta un 22 de agosto no leyó este mensaje en su móvil.
Desde un Madrid ahogado como los peces en el Mar Menor.
Pero un Madrid que volvió a ser un oasis.
La esperanza.

La vida.

La certidumbre de las aceras.


Y mañana será otro día.  Y así en la cotidianeidad
de la nueva vida que se irán construyendo,
su hermana de trece años imaginará su futuro posible
como cualquier adolescente de su misma edad.
Aunque ella siempre llevará tatuada en su mirada
la silueta de un burka, la rejilla de un contrato
que ya hubiera llevado escrito su nombre
en caso de no haber podido abandonar Kabul.

Como tantos miles de historias y de negaciones
que nunca pudieron escribir a sus familiares


"Estamos en el avión ".


[22 de agosto]




[37]


Dejaron atrás su lengua.
La tierra de sus antepasados.
Las costumbres y los hierros de su tribu.
El paisaje de su infancia.
El recuerdo de su primera risa en alto
y el de su primer beso.
El trabajo repetido en el campo.
Los amaneceres cada vez más tempranos.
Un armario lleno de burkas
y el paisaje de arena y de adobes.
Un camino que prometía leyendas
y del que solo habían visto llegar tanques
de diferentes lenguas y alfabetos.

Y ahora han llegado.


A una tierra de asfalto y de alquitrán.
Al calor recordado del verano
y a las lluvias siempre esperadas
sin ganado que cuidar ni cosecha que temer.
Han llegado a una lengua extraña,
a unas costumbres extranjeras, a una montaña
de papeles y de preguntas y de agua embotellada,
una tierra sin fuentes y el tacto de unos pies
que levantan polvo milenario en cada pisada.

Y ahora han llegado aunque su mirada siga atrapada
en las paredes de sus casas en Kabul,
en los retratos colgados y las telas de fiesta
que llenan de sonrisas sus bocas cerradas.

Y ahora tendrán que aprender una nueva lengua,
nuevas costumbres y horarios nunca antes imaginados,
nuevas leyes que llenan de su alfabeto los impresos
en las nuevas colas que hacen a la llegada al aeropuerto.
Unas filas rectas, inmaculadas, desinfectadas.

Y han llegado. Y miran y preguntan y no entienden:
Las aguas con miles y miles de peces muertos.
El negro de las hectáreas de tierra quemada.
Un hombre con barba que repite siempre un mismo gesto.
Un grito:
Aquí no queremos maricones,
y las heridas después de una paliza.
Las huellas de la infamia que son las suyas,
lo único que entienden y que comparten.

Y se dan la mano.
Y se aprietan la mano.
Es lo único que pueden hacer ya que han llegado.
No se atreven ni a mirarse.
Compartir sus dudas, el miedo y la esperanza.

Lejos de su tierra.
Lejos de su vida.
Lejos de su lengua.


[22 de agosto]


 



José Manuel Lucía Mejías. Kabul (crónica de un silencio). Ed. Huerga & Fierro, 2023

domingo, 12 de mayo de 2024

Líderes al sol





Había las dunas, el poniente
y los caballetes en la bajamar.

Y había correr la playa en bolas
y llevar un puñaíto de coquinas

(bien espurgás*, su ajito y su vino blanco)

Había los vendavales con tesoros en la orilla
que nosotras dos piratas y mi padre de timonel
jugábamos a encontrar.

Y había barcos lijando** a las ocho de la tarde
y las aguja(s) palá(s)*** saliendo por decenas
del barco del Tito Andrés Bolero

¡yo quiero la espada!

Luego vino una grúa y otros acentos
y muchos ladrillos y poca vista.

Y la madre del Adrián empezó a limpiar apartamentos.

Y las dunas se volaron.

Y luego aprendí que aquello era el desarrollo
y era subir el PIB,
y que éramos líderes de sol y playa.

Y allí hoy, en la punta de la punta más sur,
en la esquina trágica mágica que llamó el poeta de la isla****
dos dunas y media se preguntan si para tres empleos de a dos
meses y tres euros hora
tenía que venir tanto desarrollo y subdesarrollarlo todo.

Eso sí,
somos líderes
pero de esperar al sol.

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* Expurgar: Limpiar o purificar algo, entresacando lo inútil, sobrante o inconveniente.(RAE)

** Lijar: Aligerar o aliviar la carga de una embarcación, o desembarcarla toda (RAE)

*** Aguja palá: pez espada

****Eladio Orta




Isabel Martin. 90.3 de vaciante .Editorial Crecida 2018
Ilustración de Teresa Chacón.

sábado, 11 de mayo de 2024

LA SALIDA DEL PLANETA

 




La salida del planeta

en esta caída de cristales partidos

no puede residir en el dinero verde,

el egoísmo verde, la explotación verde.


Los tallos se siguen cortando con la misma guadaña.


La persistencia de su maravilloso equilibrio

se basa en algo tan sencillo

como poder mirar a la cara a la gente,

estrechar sus manos, besar su frente;

respetar al río, al bosque, al monte;

concebir a los seres vivos

únicamente como entes latientes, sintientes,

no como productos o inversiones.

Palpar con las venas las raíces,

empaparse el alma de rocío,

escuchar a los árboles, sonreír a los peces;

dejar la mercancía

definitivamente

en el vacío.

 

 

Alberto García-Teresa. En: Se agota el tiempo: rebelión poética por el clima. Ed. La Vorágine / Voces del Extremo. 2024

Foto de Teresa Chacón