documentos de pensamiento radical

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martes, 22 de diciembre de 2015

ETERNIDAD




Nadie se muere en Mictlán1
han escrito sobre una caja de cervezas Minerva.

Nadie se muere en Mictlán
me ha dicho un camandulero
que vende semillas del manto de la Virgen.

Nadie se muere en Mictlán
pregona un merolito de la espiritualidad
en el mercado Corona.

Nadie se muere en Mictlán
me dicen dos gemelas vestidas de blanco
en la puerta de la catedral de Guadalajara.

Nadie se muere en Mictlán
confiesa un Cristo con los pies llenos de hongos
que unas veces aparece rodeado de una lluvia de flores
y otras chorreando sangre de su cuerpo desmembrado.

Nadie se muere en Mictlán
ríe el Santo Niño Jesús de la Salud
en una urna llena de juguetes
que emana una extraña luz azul.

Nadie se muere en Mictlán
susurra Santa Inocencia
vestida con traje de primera comunión
mientras un cura bulero le arregla
su rostro de papel maché y yeso.

Nadie se muere en Mictlán
proclama un garitero disfrazado de sacerdote azteca
que quema copal y hace limpias
en la rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Nadie se muere en Mictlán
canta un sinsonte con sus cuatrocientas voces
desde el dibujo de un billete de cien pesos.

Nadie se muere en Mictlán
carcajea un demonio de los de cuernos, tridente
y barbas de chivo disfrazado de Dante Medina
en la María Bonita de Zapopan.

Nadie se muere en Mictlán
masculla un conejo blanco
que me hace señas para que lo siga
hasta la cantina La Fuente, en la calle Ancha,
donde unos borrachos cantan

Ay ay ay ay, qué bonita es esta vida 
y aunque no sea para siempre 
si la vivo con mi gente 
es bonita hasta la muerte con aguardiente y tequila. 

Nadie se muere en Mictlán
murmura Martín Ocelotl
condenado por brujería
a prisión perpetua en Sevilla.

Nadie se muere en Mictlán
carcajea Juan de Zumárraga
mientras prende fuego a una montaña
de libros aztecas que hablan de plantas sagradas.

Nadie se muere en Mictlán
me dice Juan Diego mientras bajamos del Tepeyac
entre un laberinto de tianguis
dedicados a la diosa de la fertilidad
donde compramos rosas rojas de Castilla.

Nadie se muere en Mictlán
gruñe un jaguar que juega con un puma
a cazar una serpiente de vivos colores
en los jardines de la UNAM.

Nadie se muere en Mictlán
bufa un ratero que carga con la tapa de una coladera
del Metro Red del Zócalo.

Nadie se muere en Mictlán
insinúa Panchita Guerrero
desplegando todo su plumaje,
su cara cenicienta, sus ojos vendados,
su corazón de monte.

Nadie se muere en Mictlán
me susurra Mictecacíhuatl
mientras rodea mi cintura con sus brazos
y alguien nos hace una foto en Tenochtitlán.

Nadie se muere en Mictlán
festeja tocando su flauta Tezcatlipoca
mientras subimos al templo de la luna.

Nadie se muere en Mictlán
suspira una vestida en la zona rosa.

Nadie se muere en Mictlán
me dice la flor invisible del corazón
en la que todos vivimos,
me dice la que mira y nos encuentra
por mucho que nos escondamos,
me dice el dueño de lo cerca y lo junto,
la señora donde caben todas las cosas.

Nadie se muere en Mictlán
en el mundo cimbreante
donde somos vibración,
visible e invisible,
armónico y disarmónico latir,
sonar, retumbar, extender la música
que hace crecer la semilla de lo mismo
en lo mismo, carne de la carne del señor de la carne,
Teonanacatl.

Nadie se muere en Mictlán,
puedes, a lo más, perderte, equivocarte,
sentir amnesia, cambiar de piel,
reconocer otros corazones en el tuyo,
ignorar qué haces ahí,
buscar el abrazo de tu madre
para que te diga que todo está bien

pero nadie, nadie
se muere en Mictlán.



  1. 1Mictlán,  (en náhuatl: mictlān, ‘'lugar de muertos'’mik- 'muerto'; -tlān locativo’) tras una larga trayectoria que transcurre por nueve infiernos, inframundos o estratos subterráneos, los muertos se liberaban finalmente de su "tonalli", una suerte de alma, logrando así el descanso en este último recinto sagrado donde viven los señores de la muerte Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl.



    Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015

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